El grupo de fármacos denominado glucocorticoides forma parte de la primera línea de elección en la terapéutica empleada en dermatología veterinaria.
En la actualidad, los propietarios cada vez están más concienciados e informados de la salud de su mascota, y es cada vez más común que en la primera visita me digan “me ha comentado el criador que sobre todo no le dé corticoides” o ” mi vecina me ha dicho que al suyo le dieron corticoides y fue horroroso, al principio mejoró mucho pero al final no le hacían nada, se puso muy enfermo y hubo que eutanasiarlo”. Estos y otros testimonios, responsabilizan a este fármaco de catastrofes sin fin, pero ¿son tan malos los corticoides?.
En realidad no deberíamos hablar de “corticoides” en general, ya que esta denominación engloba un numero enorme de fármacos, con potenciales efectos secundarios muy diversos, dependiendo de su potencia, duración en el tiempo y vía de administración entre otros factores. En dermatología veterinaria usamos corticoides de acción ultracorta y siempre preferiblemente vía oral, ya que se dosifican y controlan mucho mejor. En cualquier caso un paciente que reciba corticoterapia siempre debe ser supervisado frecuentemente por su veterinario de referencia. Estos fármacos no son peligrosos en manos expertas, pero suponen un riesgo incalculable si el propietario cae en la tentación de medicar a su mascota por su cuenta. En estos casos, y menudo sin mala intención, es posible convertir las “pastillitas blancas mágicas que acaban con el picor en horas” en un autentico veneno de acción lenta y a menudo irreversible.